domingo, 23 de septiembre de 2012

Mezclar churros con meninas

Churros
Meninas

Dos cosas que más o menos tienen lo mismo que ver entre sí lo que el tocino a la velocidad. En realidad, la expresión original es "mezclar churras con merinas", dos razas de oveja diferentes. Las churras tienen oscuras las orejas y el morro, y se crían por su carne y la leche, y las merinas tienen un pelaje mucho más grueso y se crían por su lana.

Churras
Merinas

La expresión proviene de un ambiente rural y hace referencia a confundir ambas razas de oveja, que aunque son parecidas, tienen bastantes diferencias entre sí. Confundir los churros y las meninas con las churras y las merinas no es otra cosa que desconocimiento de léxico agrario tan específico. Al sonar parecidos, el hablante lo identifica con algo que conoce y que encaja con el sentido de la expresión original, y de ahí se crea una expresión nueva: mezclar churros con meninas.

Para acompañar

jueves, 13 de septiembre de 2012

Consejos para leer la Ilíada


Antes de enfrentarte a un mamotreto de más de 600 páginas (dependerá de la edición), debes saber, lector, que la Ilíada no es un libro normal, ni tampoco la Odisea.

El peor error que se puede cometer antes de empezar a leerla es creer que es una novela en la que se cuenta la historia de la guerra de Troya. Nada más lejos de la realidad: ni se cuenta toda la guerra de Troya,ni sale el famoso caballo de madera, y ni siquiera fue escrita por Homero. La Ilíada es un poema, y tiene unas características muy especiales. Procede de una época muy diferente a la nuestra, en la que aún no existía la escritura. Era una composición oral: los poetas sabían la historia de memoria, e iban por las diferentes ciudades recitándola (como los juglares medievales). Por eso hay muchas cosas que resultan chocantes y hasta aburridas para el lector moderno, por ejemplo los larguísimos catálogos de personajes, pero que hay que entender como producto de esa condición oral. 

Además, aunque la obra tiene una gran extensión (veinticuatro libros de aproximadamente 800 versos cada uno), se cuenta una pequeña parte de la guerra: el décimo y último año de la guerra. Se dice que el motor de la Ilíada es la cólera de Aquiles: Aquiles se negaba a luchar porque Agamenón le había quitado a su esclava Briseida, y él exigía una retribución justa. Para animar a las tropas y asustar a los enemigos, el amigo de Aquiles, Patroclo, le cogió su armadura, pero murió en la batalla. Aquiles, enloquecido por el dolor, mató a su asesino, Héctor, ató su cadáver a un carro y lo arrastró alrededor de Troya. Finalmente permitió que se devolviera el cadáver a los troyanos, para que le hicieran el debido homenaje. 

No es una lectura fácil, pero merece la pena.

domingo, 9 de septiembre de 2012

El escudo de Arquíloco


Digamos que hay dos posibles modos de actuación cuando nos encontramos ante una dificultad: mantenerse firme e intentar superarla o salir huyendo en dirección contraria, intentando convencernos en nuestro fuero interno de que el miedo a veces no es otra cosa que instinto de supervivencia camuflado.  

Pensándolo fríamente, nos encontramos en un momento de la historia en el que la cobardía está socialmente aceptada. No como tal, que queda feo decirlo (al fin y al cabo, los siglos de honor y gloria aún pesan), pero sí el “mirar para uno”. Y cuando se pone en riesgo no solo ya la integridad física, sino el propio provecho,  el valor, el honor y todas esas palabras tan rancias quedan limitadas al recuerdo de haberlas leído en alguna novela del Capitán Alatriste. Ahora lo que se pone en el currículum es “proactivo”, “dinámico”, “emprendedor”, traducido: "pisaré cuantas cabezas sean necesarias para conseguir mis objetivos; contrátame y te haré un hueco en mi agenda".

Remontémonos al primer testimonio de la literatura occidental que reconoce sin tapujos ser un gallina: el poeta griego Arquíloco (siglo VII a.C.) escribió: “algún sayo se vanagloria con mi escudo, que dejé abandonado junto a un arbusto. Salvé la vida, ¡qué me importa el escudo!, compraré otro que no sea peor.” Hoy en día no nos sorprenden en absoluto estas palabras: hasta podemos sentirnos identificados, pensando en lo poco que tardaríamos nosotros en tirar el escudo bien lejos y salir por patas. Pero para imaginar lo que esto significaba para un griego, no tenemos más que recordar la famosa escena de 300 en la que el rey Leónidas se despide de su mujer antes de ir a la guerra, y ella le dice: “vuelve con tu escudo, o sobre él”. Es decir, prefiere que vuelva muerto a que sea un desertor.

Para una sociedad de valores difusos, en la que el Yo va antes que todo lo demás y las historias de héroes son escasas, las ideas que desprendía esta película eran fascinantes, y por eso tuvo tanto éxito. La dureza, la disciplina, el honor, suenan atractivas cuando no eres tú el que tiene que morir por la patria. Por eso, Arquíloco no compró la idea que le vendían  otros poetas coetáneos: Tirteo decía que “es hermoso que un hombre bueno esté muerto tras caer entre los primeros de la batalla, habiendo muerto por su patria”. Calino escribía que “es muy honroso para un hombre luchar por su tierra, por sus hijos y por su legítima esposa contra los enemigos, y la muerte llegará en el momento en que lo hilen las moiras.”Arquíloco es mucho más pragmático: tal vez creyese que era cierto que la muerte llegaría cuando tuviese que llegar, pero distaba mucho de querer facilitarle las cosas. 



martes, 4 de septiembre de 2012

Chantal Michel: un inquietante estudio del entorno


Toda  la obra de Chantal Michel (Berna, 1968) emana una inexplicable sensación de desasosiego. La artista explora su relación con el entorno convirtiéndose en un elemento más de sus composiciones. En el caos de una habitación saturada de objetos, Michel aparece agachada  sobre una mesa con un jarrón, con unos zapatos blancos de tacón y el pelo despeinado que le tapa  la cara por completo.

Chantal Michel asistió a la Escuela de Artes de Berna y la Academia de Arte de Karlsruhe (Alemania). Su formación en el campo de la escultura la llevó a reflexionar sobre el movimiento del cuerpo, su situación en el espacio y la posibilidad de darle movilidad a un cuerpo inmóvil. De este modo, se introdujo en el mundo de la fotografía y las performances. 

La artista vivió durante tres años en un castillo abandonado en Kiesen, Suiza, en el que creó su propio museo personal: el público era invitado a ver sus obras, pero también a quedarse a cenar y formar parte activa en la experiencia.





Cuando era pequeña, me hice una casa debajo de mi escritorio. Me gustaba estar sola en mi pequeño mundo propio, y las cosas no han cambiado mucho desde entonces. En el castillo de Kiesen también construí mi mundo propio. Cuando me mudé aquí, este sitio estaba vacío: no había alfombras, ni lámparas. Limpié y pinté día y noche. Todo el tiempo que pasé limpiando el castillo estaba desarrollando una relación con el espacio. Entonces empecé a crear el arte que acompaña al espacio. Mi vida y mi arte están unidas en este lugar; me gusta llevar a la gente a un mundo encantado”.



domingo, 2 de septiembre de 2012

Vivir eternamente en domingo

Mi vecino martillea mañana y tarde en el muro de su jardín. Día tras día, se dedica a colocar pequeños trozos de azulejo en su pequeño proyecto personal, indiferente a si molesta a la comunidad de 120 vecinos  que vive alrededor de ese patio.  Sospecho que esos martilleos en horario de oficina, de 10 a 2 y de 5 a 8, se deben a que se ha quedado en paro y no a que esté de vacaciones. Nadie en su sano juicio dedicaría sus vacaciones a arreglar desperfectos domésticos con tanta constancia, como mucho una tarde tonta de algún domingo.

El tiempo ha ido confirmando lo que pensaba y los martilleos aún siguen, después de semanas. Pero lo que más me llama la atención es que nadie le ha dicho nada a mi vecino. Todos parecemos habernos dado cuenta de que este es su nuevo trabajo temporal, un intento de mantener la cordura en lugar de actualizar obsesivamente infojobs.com  cada 5 minutos o sentarse en el sofá a ver pasar el tiempo.

 A veces me encuentro a mi vecino por la calle o en el supermercado. Es un tipo menudo, moreno, y siempre va despeinado. No lo saludo, él a mí no me conoce de nada. En el fondo yo a él tampoco. Solo sé que es otro de los tantos millones de personas en España que viven eternamente en domingo.